Del suelo brotaba la muerte by Ada Coretti

Del suelo brotaba la muerte by Ada Coretti

autor:Ada Coretti [Coretti, Ada]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Terror
editor: ePubLibre
publicado: 1975-01-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO VII

Habían transcurrido tres días.

Paul Powers había desaparecido y era mucha la consternación de todos ellos. Sobre todo —aparentemente, claro— de tío Cecil.

No sabe duda, seguía desempeñando su papel a la perfección. Tan a la perfección como lo desempeñara hasta entonces. Se afanaba para que su plan saliera perfecto. ¡Y perfecto estaba resultando! A este paso, pronto la encantadora Carol estaría en su poder, sería de su exclusiva propiedad.

El teniente Murray acababa de presentarse en la casa. Ante la desaparición de un nuevo componente de la familia, no les había quedado otra alternativa que requerir otra vez su intervención.

El teniente Murray había llegado de la localidad vecina. Maggawin no tenía importancia y carecía de puesto de policía. El teniente Murray era un hombre de buena talla, bastante mayor, que usaba lentes.

En el caso de James Powers se había limitado a fiarse de las apariencias, de lo que daba la impresión de no tener vuelta de hoja. Un error que había hecho del caso un mero accidente.

En cuanto a Paul Powers, la verdad es que aún no había sucedido nada. No aparecía, bueno. Podía haberse ido tranquilamente a cualquier parte, y dejarse ver de regreso en el momento menos esperado. Un poco de paciencia y quizá todo se solucionara por sí mismo.

—De todos modos —intervino Frank Milde, cuando vio que el teniente ya se retiraba— le volveremos a llamar si dentro de veinticuatro horas todo sigue como hasta ahora. No estará de más echar una ojeada a las charcas, rastrear por los alrededores.

—Pero ¿teme usted que al señor Paul Powers le haya sucedido lo mismo que a su hermano James?

—Francamente, teniente —respondió el joven—, sí me lo estoy temiendo. Y me extrañaría mucho que me equivocara, yo no suelo fallar nunca en mis deducciones.

—¿Tiene, exactamente, en qué basar esas deducciones a las que alude?

—No.

—Siendo así, no me sirven.

—Lo lamento de veras.

Acto seguido, el teniente Murray se fue, y Frank Milde se quedó con varias miradas clavadas en él.

—Me parece —opinó tío Michael— que se ha quedado a medias con el teniente.

Podía haberle dicho algo más, sí, estoy convencido de ello. ¿Me equivoco?

—La misma sensación he tenido yo —intervino Stephanie, que hacía ya dos noches que dormía en la casa de piedra—. ¿Sospecha algo, o de alguien…? De ser así, su obligación es…

—Es… asegurarme —dijo Frank Milde—. No puedo sentenciar a la ligera, sería por mi parte una imperdonable ligereza.

—En esta casa —indicó tío Cecil, con un tono de voz que pareció lo más inofensivo del mundo— se le recibe con agrado y simpatía. En justa reciprocidad, le ruego, señor Milde, que si en algo puede ayudarnos… Comprenda que la muerte de nuestro hermano James en semejantes circunstancias, y ahora la desaparición de Paul…

—Me hago cargo, señor Powers —repuso Frank—, la situación no es para ponerse a bailar. De todos modos, el teniente Murray es el que lleva el caso ¿no? Supongo que no estaría bien que yo, dándomelas de superlisto, cogiera por mi cuenta las riendas del asunto. Lo más que



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